domingo, 13 de abril de 2014

El rapto de las sabinas

Esta historia se remonta a los orígenes de la civilización romana, cuando lo que hoy conocemos como el glorioso Imperio Romano no era más que una pequeña aldea en la región del Lacio.
Fundar una ciudad no era tarea fácil, y Rómulo, aquel que estaba destinado a dirigir Roma (que, recordemos, mató a su hermano gemelo Remo) tuvo que formar alianzas con maleantes y bandidos de toda clase, que no tenían más ocupación que vagar por las ciudades buscando un trozo de pan con el que subsistir un día más. Así es, Roma en sus orígenes estaba compuesta por indeseables de la más baja sociedad. Sin embargo, este no era el mayor problema al que Rómulo se enfrentaba. Pese a que la aldea ya tomaba forma y sus habitantes podían defenderla de forma temible, había una gran escasez de mujeres entre los romanos. Rómulo, que si por algo destacaba era por su ingenio, fijó la vista en el pueblo vecino de los sabinos, que poseía mujeres en abundancia, y urdió un plan para hacerse con ellas.

Poco tiempo después, los romanos organizaron una competición de carreras de caballos, a la que invitaron a participar a los sabinos. Estos aceptaron gustosos, y marcharon al lugar donde se celebraría el evento, acompañados de sus mujeres. Mientras los hombres sabinos se divertían bebiendo y observando a los caballos competir, los romanos aprovecharon para raptar y esconder a sus mujeres, escena representada en la escultura de más abajo. Naturalmente, el rapto supuso una gran ofensa para el pueblo sabino, y se originó una guerra, que acabaría por resolverse con una alianza y la unión de ambos pueblos. 


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