jueves, 10 de abril de 2014

Futakuchi-Onna

Las Futakuchi-Onna son un tipo de Yokai (Monstruo mitológico japones) con apariencia de mujer.
Pero esas mujeres guardan un oscuro secreto y es que, bajo sus cabellos, por encima del cuello, poseen una segunda boca. Algunas leyendas la describen como una boca humana normal, pero en otros textos se describe como una boca grotesca de afilados colmillos, larga lengua y desproporcionado tamaño.
Se cree que esta boca está habitada por un espíritu malévolo que hace que cobre vida propia, atormentando a su portadora y obligándola a proporcionarle comida, gritando si sus deseos no son satisfechos.
Lo único que delata a las Futakuchi-Onna es la alarmante desaparición de alimentos a su alrededor, ya que esta segunda boca necesita el doble de comida que una persona normal.
Además, el espíritu puede obligar a su portadora a cometer cualquier tipo de atrocidad, así como manejar sus cabellos para proporcionarse ella misma su alimento.


Hay dos leyendas que explican la existencia de estos seres:

Por un lado, cuentan las malas lenguas, que una avara viuda mantenía a su hija y a su hijastra, a la que alimentaba escasamente. A lo largo del tiempo, la desnutrición debilitó tanto a la pobre niña que, víctima de una enfermedad, murió.
Los días pasaron y la viuda comenzó a sentir fuertes dolores de cabeza hasta que un día, entre terribles dolores, sintió como se le abría la parte posterior de la cabeza, rompiendo hueso, carne y piel. Empezó a oír la voz de su hijastra, que la acusaba de haberle dejado morir, y pronto contempló con horror que una boca había aparecido en aquella zona de su cabeza. Una boca que le recordaría hasta el día de su muerte que había dejado morir a una niña por su avaricia. Una boca que le pedía ingentes cantidades de alimento, todo lo que no le dio a la fallecida.


Otra leyenda habla de cómo un leñador se encontraba trabajando en el bosque tras haber dado una brutal paliza a su mujer, algo que ocurría muy a menudo, cuando ésta se acercó por detrás dispuesta a perdonarle y arreglar las cosas. Él, que no se esperaba aquello, reaccionó violentamente y, pensando que se trataba de un atacante, clavó su hacha en la parte trasera de la cabeza de su esposa.
La mujer no murió, pero aquella herida no sanó nunca y, tiempo después, desarrollaría unos afilados colmillos con, los que una noche, devoró al hombre que le había dado la vida.

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