miércoles, 16 de abril de 2014

Luces

Era ya la quinta noche seguida que aquel estudiante no conseguía conciliar el sueño. Arrastraba un grave problema de insomnio desde que comenzó la carrera, problema que estaba comenzando a afectar a su vida social y a su rendimiento académico. Infusiones, somníferos y remedios de toda clase no daban resultado, o dejaban de darlo pasadas unas semanas de tratamiento. Su carácter, antaño alegre y vivo, había degenerado hasta convertirlo en un ser huraño y callado, rayando casi en la misantropía.
Aquella noche, el joven se acostó en la cama, resignado a no dormir una noche más. Su mirada, que iba posándose en los diversos rincones de su habitación, fue a parar a la ventana, donde permaneció a causa de un detalle inusual que había en ella. En medio de la oscuridad habitual podían distiguirse dos pequeñas luces lejanas que antes no estaban ahí. Eran prácticamente del mismo tamaño, de un color entre blanquecino y amarillento, y se hallaban muy próximas la una de la otra. Tenían un brillo extraño, como tranquilizador, que incitaba a observarlas. Y fue observándolas como poco a poco, el estudiante comenzó a sentirse cada vez más cansado, hasta que finalmente cerró los ojos y cayó víctima del sueño.
A la mañana siguiente, el joven se despertó y cayó en la cuenta de que había conseguido dormir gracias a aquellas misteriosas luces. En su interior, se sintió muy agradecido a quien fuese que las hubiese colocado, y se dispuso a comenzar la jornada con fuerzas renovadas.
Desde aquel día, el estudiante sólo tenía que quedarse mirando aquellas curiosas luces para conseguir dormir como un ángel. Su carácter volvió a ser el de antes y sus relaciones sociales mejoraron mucho. Incluso sus notas, que al principio eran medianamente aceptables, se vieron incrementadas a causa de la recuperación del sueño perdido.
Un día, al joven le entró la curiosidad de saber de dónde provenían aquellas luces que tanto bien le habían aportado. Abrió la ventana de su habitación y escrutó con atención el paisaje de la ciudad, buscando algún foco potencial de luz. Sin embargo, por más que forzaba la vista, no conseguía encontrar dos fuentes de iluminación semejantes y lo suficientemente próximas como para que la luz que proyectaban llegase a distinguirse con tanta claridad.
Sin embargo, cuando al joven se le ocurrió bajar la mirada y vio el estado de la repisa, su corazón dio un vuelco. Todo el ladrillo estaba rayado, como si un animal se hubiese apoyado en él, y las marcas no eran precisamente pequeñas. En algunos puntos, incluso se apreciaban muescas horadadas en el material. Asimismo, el borde de madera de la ventana presentaba marcas de grandes garras, hasta el punto en el que había partes en las que la madera había sido completamente arrancada de su sitio.

Desde aquel día, los problemas de insomnio del estudiante aumentaron. 

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