viernes, 11 de abril de 2014

Orfeo y Eurídice

Orfeo, hijo de la musa Calíope, como muchos sabréis, era envidiado por su virtuosidad con la lira. Cuando la tocaba, todos los hombres se reunían a escuchar la dulce música que invadía los bosques griegos.
Precisamente con la belleza de su música fue como enamoró a la bella ninfa Eurídice, y durante mucho tiempo los dos amantes vivieron un idilio de amor.
Sin embargo, un día la ninfa sufrió un intento de rapto por parte de Aristeo, un pastor que también estaba enamorado de ella. Huyendo de su perseguidor, Eurídice fue mordida en el pie por una víbora, picadura de la que más tarde moriría.
Orfeo, viendo muerta a su amada, compuso canciones de gran tristeza y pesar que afligían a cuantos las oían, y sus lamentos hacían llorar a los hombres que antes reían al son de sus canciones. Finalmente, las demás ninfas aconsejaron a Orfeo que bajase al Inframundo y reclamase el alma de Eurídice.

Así lo hizo el valeroso músico, valiéndose de su lira para burlar a los grandes vigilantes de aquellas tierras infernales. Entre otros, el mismo Caronte accedió, embelesado por la música, a transportar a Orfeo a través del Estigie. También el gran can de tres cabezas, Cerbero, cayó adormecido ante las dulces canciones de Orfeo.
Finalmente, llegó ante el mismísimo Hades, al cual suplicó la liberación de su amada. Aquel rey de las tinieblas, conmovido por los lamentos del atormentado músico, accedió a entregarle el alma de Eurídice con una condición; durante el camino de vuelta, hasta que ambos estuviesen fuera del Inframundo, Orfeo no podía girar la cabeza para comprobar si la ninfa le seguía.
Durante todo el trayecto, Orfeo se mantuvo fiel a su juramento y no volvió la cabeza. Sin embargo, cuando los amantes ya se hallaban a las puertas del mundo terrenal, Orfeo, ansioso, no pudo evitar girarse para ver a su amada. Eurídice, que todavía tenía un pie dentro del Inframundo, se desvaneció para siempre ante los ojos de su amado. 

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