Vivía
en Triana un gitano, de los conocidos como castellanos nuevos,
apodado "Cachorro", quien atravesando cada día el puente
de barcas, junto al castillo de San Jorge, llegaba a Sevilla.
Un
payo residente en la ciudad empezó a sospechar de este hombre,
pensando que su visita no era por otro motivo que el de cometer
adulterio con su propia esposa. Los celos llegaron a tales extremos
que, cierto día, sabiendo de la visita del gitano a la venta Vela,
lo esperó oculto. No hizo mas que llegar, ajeno a la suerte que iba
a correr, mientras sacaba agua del pozo que junto a la venta existía,
le fueron asestadas siete puñaladas que le ocasionaron la muerte.
Se
asegura que Francisco Ruiz Gijón, el escultor de la imagen del
Cristo de la Expiración, estuvo presente en el suceso y que tuvo
oportunidad de presenciar la agonía del gitano Cachorro. Captó con
la mirada el rostro de aquel moribundo en el instante de su muerte e
hizo suya la expresión terrible que plasmó con toda naturalidad en
la obra que en esos días estaba realizando.
La
leyenda vino a completarse con la investigación llevada a cabo por
la justicia en la que al fin se conoció la verdad. En efecto el
gitano Cachorro visitaba cada día a una mujer, aunque resultó que
esta dama era en realidad su propia hermana bastarda. El gitano, en
el intento de mantener el secreto por temor a perjudicarla, dado su
origen, había sido descubierto y acusado de aquellas erróneas
intenciones.
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